Seguridad a través de México
Padre Alejandro Solalinde, Albergue de Migrantes de Ixtepec, Oaxaca
Ante la profunda necesidad de tener que resistir a los embates de la pobreza, el desempleo y la violencia en sus países de origen, los migrantes principalmente de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua se ven obligados a migrar a Estados Unidos para buscar empleo y mejores oportunidades de subsistencia.
Pero para poder llegar a Estados Unidos tienen que pasar por una larga y difícil travesía por México, país que les impide el libre tránsito por no contar con un documento que acredite su “legal estancia”. El Reglamento de la Ley de Migración se formuló de tal manera que traiciona el espíritu de los Legisladores, impide el pleno ejercicio de los derechos humanos de la población migrante y prioriza la seguridad fortaleciendo los operativos para repatriar trabajadores internacionales.
En este contexto adverso las y los migrantes, para evitar ser detenidos y deportados a sus países de origen, se ven obligados a evadir los controles migratorios que el gobierno mexicano concentra en toda la ruta y se exponen a todo tipo de atropellos como lo son las extorsiones, asaltos, violación sexual, secuestro, y en el peor de los casos, la privación de la vida por parte de la delincuencia organizada, principalmente por el Cartel de los Zetas. A esto hay que sumar la imperante colusión de las Autoridades con estos grupos, pues solamente el 15% de los que migran alcanza a llegar a Estados Unidos, el resto es deportado.
México está pasando por uno de sus peores momentos: Mayor empobrecimiento de la población (54 millones de pobres; 11 en la extrema pobreza) a causa del modelo económico neoliberal implementado por los últimos gobiernos. La privatización del país avanza al ritmo de la concentración de la riqueza.
Por otro lado, la violencia sigue apareciendo por todos lados, afectando a la población migrante que lleva la peor parte. La corrupción y la impunidad se han mantenido.
Un punto clave en la política exterior del Estado mexicano es: hacia Estados Unidos, total sumisión; hacia los países de Centroamérica, un desdén y omisión. México podría estar construyendo programas de desarrollo integral con esta región, pero no lo hace en la medida en que lo podría hacer.
A partir del trabajo que venimos realizando con la organización Hermanos en el camino, creemos que para asegurar la integridad de los migrantes en su paso por Mexico es necesario que en los estados del país donde se da el mayor tránsito de migrantes, se creen Fiscalía para investigar de manera efectiva los delitos cometidos en contra de éste sector tan vulnerable. Un claro ejemplo de éstas son las actualmente existentes en los Estados de Chiapas y Oaxaca, que mal que bien han logrado conseguir algunos resultados positivos. Conviene también crear nuevas corporaciones de Policía con una formación ética para brindarles seguridad (que sean creadas con el único fin de salvaguardarlos y no para realizar revisiones migratorias ni mucho menos para extorsionarlos). Corporaciones que a su vez sean supervisadas por la sociedad civil organizada que trabaja con el tema migratorio.
Así como se persigue un delito después de haberse cometido, también se puede prevenir, realizando operativos de vigilancia disuasiva de la violencia en toda la ruta migratoria. La independencia y autonomía que caracteriza a cada estado de la república les da facultades para crear este mecanismo de protección de los derechos humanos sin que se actúe fuera de la ley.
Sabemos que es muy alentador lo que aquí se propone pero es posible siempre y cuando haya voluntad política para hacerlo. El factor que se opone a esto es el compromiso sobre seguridad de México con los Estados Unidos.
Es pertinente que el Estado mexicano otorgue una visa humanitaria de 180 días a personas transmigrantes procedentes del sur, a fin de permitirles el paso libre por el país. Con ello correrían menos riesgo de ser vulnerados sus derechos, ya que al final de cuentas los migrantes no vienen a quedarse en México.
Si el país del norte va a reforzar su frontera con un muro y más de 40 mil policías fronterizas, ¿Qué caso tiene ya impedir que el trabajador extranjero pase por México y dejar que él mismo toque las puertas de EEUU para solicitar trabajo?
Esto solamente es posible si entendemos que lo esencial es revalorar al ser humano; promover una cultura de la solidaridad. Inculcar que el dinero ha ocupado el lugar de Dios y ha desplazado el amor a los semejantes por la adicción a las cosas materiales. De seguir así, nosotros mismos nos estamos condenando a la soledad y al sinsentido de la existencia. Los migrantes son una llamada de última hora para corregir esto y volver a nosotros mismos y al Dios de la vida.
Nosotros hemos venido realizando esta labor desde el albergue “Hermanos en el camino” como un espacio creado inicialmente para ofrecer asistencia humanitaria. Durante esta labor se manifestó la necesidad de una atención integral a los migrantes que transitan por Ixtepec, y con el tiempo se clarificó nuestra misión de velar por la garantía de todos sus derechos. La defensa de ellos y la incidencia política, especialmente encaminada a la nueva legislación, han sido tarea prioritaria del Albergue.
En este contexto, la nueva cinta Quién es Dayani Cristal? así como la de Los Invisibles, contribuye poderosamente a la comprensión del complejo mundo de la migración, tan violentado por todos lados como si se propusieran ensañarse con él. La película despierta la empatía y la solidaridad social y oficial, que se traduce en menos violencia y más seguridad para el migrante. La actuación es conmovedora y ha despertado muy buenas críticas entre los que la han visto en privado.
Finalmente, el doloroso éxodo migratorio es un observatorio que nos permite ver lo que somos y lo que somos capaces de hacer con nosotros mismos, mostrando nuestra fuerza autodestructiva. Los migrantes son nuestra esperanza en la renovación del mundo; _rechazarlos, retarda